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Lo Peor de los Dos Mundos

La empresa de moda Shein comunicó hace unos días en su sitio institucional el lanzamiento de un “mercado global integrado” a través de una nueva plataforma.  “SHEIN Marketplace permitirá a los vendedores acceder a los conocimientos en tiempo real de SHEIN y aprender de las capacidades de medición de pedidos y producción bajo demanda de la empresa. Mediante el uso de este modelo único durante más de una década, SHEIN ha proporcionado ahorros de costos y precios competitivos para sus clientes. Los vendedores se beneficiarán aún más del acceso a la amplia base de clientes de SHEIN, un proceso continuo para el cumplimiento del producto y la exposición de canal social y marketing de marca global de SHEIN.”


“SHEIN se compromete a brindar la mejor experiencia de compra para los clientes y empoderar a las comunidades donde operamos mientras lo hacemos”, dijo Sky Xu, director ejecutivo de SHEIN. “Al traer nuevos vendedores a SHEIN Marketplace que están alineados con nuestra visión de hacer que la belleza de la moda sea accesible para todos, estamos creando un mayor valor para nuestros clientes al tiempo que permitimos que las empresas locales crezcan con nosotros”.
La iniciativa a primera vista resulta innovadora al igual que otras anteriores como su app, el uso de tik tok, la gamificación del consumo a través de recompensas y su plataforma para reventa. No obstante, viendo en conjunto los movimientos de la empresa, es interesante reflexionar más allá de cada uno de ellos y tratar de entender cuál es el objetivo real y hacia dónde se dirigen.


Shein no es una empresa de moda, es una compañía de e-commerce que comenzó en 2008 vendiendo vestidos de novia, luego fast fashion y hoy comercializan también una cantidad innumerable de artículos de bazar, deco, beauty, mascotas y más. Su fundador, Chris Xu, se recibió en la Universidad de Ciencias Tecnológicas de Qingdao (China) y decidió emprender vendiendo productos chinos que creía que tenían potencial de ser exitosos en los mercados occidentales a través de internet. Su meta tiene más que ver con dominar los mercados del otro lado del mundo que con “llevar la moda a la era moderna”, tal como reza la misión en su sitio web. 


Insisto, Shein no es una marca exitosa de moda, es una empresa ascendente de tecnología. Esto es manifiesto en el uso exhaustivo de datos internos y externos (AI, SEO, SEM, Google Trends, social listening, UX, UI, comportamiento de uso y consumo en la plataforma) y en el ímpetu depredador que despliega avanzando en todos los mercados y sobre todas las industrias. Chris Xu tiene una mentalidad voraz más parecida a la de Mark Zuckerberg o Jeff Bezos, que a la estratégica de Bernard Arnault o Marta Ortega.

Shein tiene lo peor de los dos mundos. Es una empresa que fabrica ropa pero no está interesada realmente en el diseño, la calidad, tener un punto de vista propio, cómo su producción impacta en el planeta ni en comprender a sus clientes y colaboradores como personas. Tampoco utiliza tecnología, la base de su negocio, para facilitar procesos o brindar valor a sus clientes, sino para enloquecerlos diariamente con innumerables alertas para sumar puntos, ofrecer descuentos solo por los próximos minutos y para seguirlos en cada uno de sus movimientos en forma invasiva. 


En Shein las personas son un medio para lograr otros fines: avanzar sobre occidente y ampliar sus ganancias a cualquier precio. Es allí cuando las personas son quiénes realmente tienen el poder de desarmar esta situación saliendo de la ecuación. No es solo Chris Xu, son también las personas que utilizan la plataforma las que están dando lugar a todo esto.


No es fácil. El sistema en el que vivimos nos lleva a ser engranajes, a aceptar lo que se nos da a cambio de que nos dejen elegir y no nos hagan responsables de lo que suceda a continuación. Elegir es decidir libremente qué hacer entendiendo las consecuencias, no es seleccionar entre un número limitado de opciones con efectos inciertos. Eso es otra cosa.

En muchas situaciones tenemos la libertad de elegir. Si nos preocupamos lo suficiente podemos elegir qué comprar, con quiénes relacionarnos, para quién trabajar y hacia dónde dirigirnos. Podemos elegir hacerlo mejor.  La libertad y la responsabilidad no se dan, se toman.