
“Las partes del cuerpo que más olor tienen son aquellas en las que se acumula más alma.
Los olores fuertes se nos han vuelto desagradables porque el exceso de alma resulta intolerable en la medida en que nuestro animalismo innato es reprimido, lo que genera un quiebre con la civilización.
Este proyecto es mi jardín, que he plantado, fertilizado, cultivado y cosechado.
Orto Parisi afirma que nuestro cuerpo se experimenta como un jardín y que sus olores son un verdadero espejo de nuestro alma.”
— Alessandro Gualtieri, fundador de la marca de perfumería de lujo Orto Parisi
Alessandro Gualtieri, el perfumista que en el pasado diseñó fragancias para marcas como Fendi, Versace, Helmut Lang y Diesel, guarda en su estudio de Ámsterdam un frasco con tierra del huerto de su abuelo. “Huele a humedad, a raíces viejas, y a las manos de mi abuelo después de podar los olivos”, comenta. Esa tierra hoy constituye la materia prima de Orto Parisi, una marca de perfumes que destilan lo que el mundo usualmente intenta ocultar: sudor, semen, hierba pisada por animales. Este recurso forma la columna vertebral de una estrategia de autenticidad radical. En un mercado saturado de artificialidad y homogeneización, Gualtieri convierte lo íntimo y lo tabú en un territorio explorado, creando una narrativa que ningún competidor puede replicar.
Orto Parisi es una marca de lujo, pero no en el sentido convencional. No se basa en los códigos tradicionales del lujo —como la opulencia, el packaging o las campañas aspiracionales— sino en una estrategia de exclusividad simbólica. Sus perfumes tienen precios elevados, pero lo que realmente la posiciona como una marca de lujo es su enfoque en la rareza, el capital cultural y la narrativa personal. En lugar de vender estatus, vende una experiencia sensorial y una autenticidad radical.


“La industria del perfume lleva décadas vendiendo mentiras”, afirma Gualtieri mientras frota una gota de Stercus —su fragancia inspirada en el excremento— sobre la muñeca. “Nos dijeron que lo humano debe oler a flores recién cortadas, pero ¿desde cuándo la vida es solo jardín? Hay belleza en el barro que queda bajo las uñas, en el olor de la almohada al despertar. Eso es lo que quiero capturar.”
Cada una de sus fragancias transmite su visión. “Mis perfumes no son accesorios, son confesiones”, dice Gualtieri. Los nombres en latín —Viride, Brutus, Seminalis— no son casuales: “El latín es la lengua de lo que perdura. Quería que estos olores sonaran a una verdad antigua, no a una moda”. La elección del latín cumple tres objetivos estratégicos: establece autoridad histórica, neutraliza las barreras culturales (no está vinculado a ningún territorio) y refuerza la promesa de atemporalidad, lo que justifica los precios elevados en un sector dominado por las novedades efímeras.
A pesar de la naturaleza radicalmente cruda y provocativa de sus composiciones, los perfumes de Orto Parisi son agradables al olfato, incluso para aquellos que podrían esperar fragancias duras o incómodas. La clave está en la forma en que Gualtieri mezcla estos elementos primitivos con notas inesperadas, logrando perfumes que son, a pesar de su crudeza, profundamente atractivos y envolventes. El resultado es una experiencia olfativa difícil de definir, pero innegablemente sofisticada.


Economía del Coleccionista
Orto Parisi se alinea con un nuevo paradigma cada vez más relevante: la economía del coleccionista, que está dejando atrás a la economía del consumidor. En la economía del consumidor, el valor se basa en la accesibilidad, la rotación y la conveniencia. El consumidor compra para satisfacer una necesidad inmediata. En cambio, en la economía del coleccionista, el valor proviene de la escasez, la carga simbólica y la conexión personal con el objeto. No se trata de consumo, sino de curaduría. Cada adquisición refuerza una identidad y se convierte en un testimonio cultural más que en una simple transacción.
Esta diferencia es clave en la economía simbólica contemporánea, donde el saber (el qué, el por qué, el dónde) es más importante que el tener. En un mundo saturado de productos, el verdadero lujo no es la posesión, sino el conocimiento que permite participar en circuitos culturales exclusivos. Un coleccionista no necesita tenerlo todo, sino entender qué vale la pena poseer y dónde encontrarlo. Orto Parisi se alinea con esta lógica: sus perfumes no buscan masividad, sino reconocimiento dentro de una élite intelectual y estética.
Este enfoque —radicalmente opuesto al marketing masivo de la perfección— explica su culto entre artistas y coleccionistas. “Las marcas hablan de ‘comunidad’, pero fabrican multitudes. Yo busco solitarios que encuentren refugio en lo imperfecto”. Gualtieri capitaliza un nicho infravalorado: el consumidor de lujo posmoderno, hastiado del storytelling de marcas que no tienen alma y solo ofrecen productos similares. Al enfocarse en un público selecto que valora la singularidad por encima de la popularidad, la marca evita la dilución de su propuesta de valor.


Esta dinámica refleja el coleccionismo curatorial: en un mundo hiperestimulado, los objetos de deseo deben funcionar como piezas de museo privado que resalten la individualidad de quien los posee. Orto Parisi hace énfasis en que sus perfumes son ediciones casi arqueológicas, diseñadas para trascender temporadas y convertirse en objetos de culto.
En esta economía aspiracional, lo verdaderamente escaso ya no es el lujo, sino la verdad que respalda a las marcas. El lujo real no reside en el artificio, sino en la coherencia que atraviesa todo lo que una marca produce, cómo lo hace y cómo comunica su mundo de forma consistente. Cada decisión, desde el diseño del producto hasta la imagen, debe estar sustentada por un punto de vista profundo y auténtico.
Este lujo va más allá de lo inmediato, exige que el consumidor entienda el propósito detrás de cada detalle, que perciba una visión clara y genuina, una verdad. Y esa conexión no es fácil: requiere un enfoque reflexivo y una sensibilidad que solo las marcas que realmente comprenden su esencia pueden ofrecer.
