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Los Aficionados

Hasta no hace mucho, la distinción entre un profesional y un autodidacta era clara. El profesional tenía títulos, validaciones y pertenencia institucional; el autodidacta, entusiasmo, tiempo y perseverancia. En la cultura contemporánea, esa frontera —como tantas otras— se fue desdibujando, y ya no determina autoridad ni influencia cultural. Y es ahí donde aparece una figura clave para entender los nuevos movimientos en moda, estética, comida y consumo: el aficionado.

El aficionado no es un improvisado, tampoco es un simple fan. Es alguien con un conocimiento profundo, que vive con intensidad un tema —la moda, el arte, el diseño, la comida— y que lo interpreta de forma personal, creativa y culturalmente activa. No necesita formación académica ni trabajar de eso para influir: lo hace desde su red, desde sus objetos, desde su estilo.
La diferencia entre un fan y un aficionado es esencial: el fan admira y consume; el aficionado actúa e interpreta; es fan, pero también creador y exegeta. Desde ese lugar, impulsa tendencias, transforma narrativas y muchas veces anticipa lo que la industria todavía no sabe nombrar.

Lo interesante es que este cambio es cultural y a la vez semántico: la palabra “aficionado” viene del latín affectionatus: “el que siente afecto por algo”. Originalmente, era quien hacía algo por amor. Con el tiempo, esa noción fue perdiendo prestigio: el aficionado empezó a ser visto como un entusiasta sin formación, ajeno al circuito profesional. Hoy, ese término se resignifica y se transforma en un actor central en la economía creativa.

Los aficionados no están limitados por las estructuras formales. Eso les da libertad para experimentar, romper reglas, conectar con comunidades y construir valor simbólico desde márgenes que ya no son tan periféricos. Son quienes mantienen viva la cultura de marca, actualizan el pasado con nuevas lecturas y muchas veces anticipan el deseo colectivo antes de que se vuelva tendencia.

Los aficionados se consolidan de a poco como guías culturales, y quizás por eso hoy, más que nunca, conviene prestarles atención. Lo que está en juego ya no es quién produce más, sino quién reinterpreta, amplifica y otorga nuevos sentidos. Y en esa escena, el aficionado encuentra su lugar más cómodo.

Jazmín Agulla, hija del publicista Ramiro Agulla, estudia Comunicación pero encontró en la moda su verdadera pasión. Con un estilo propio y llamativo, se define como “freelancer fiel a su estilo”.
Toti Quesada, psicopedagoga fascinada por el aprendizaje, descubrió su pasión por la cocina al improvisar un taller durante un programa educativo. Esa experiencia le despertó una plenitud desconocida que la llevó a dar clases, cocinar para eventos y finalmente dedicarse por completo a la gastronomía como nuevo lenguaje de expresión.
Rocío Vázquez, conocida como Sereinne, es diseñadora de indumentaria por la UBA y comunicadora de moda en redes, donde combina análisis histórico, sociológico y cultural con una estética muy personal. Se define como “la de rosa que habla de moda” y usa su voz para hablar de microtendencias, historia del vestir, género y corporalidad, reivindicando la moda como un lenguaje con impacto social.

No es un consumidor ni un fan: es un lector cultural. No ocupa un rol institucional, pero define estilos de época. No necesita validación académica para operar como creador de valor simbólico. En un contexto que exige a las marcas autenticidad, conexión y significado, prestar atención a los aficionados es entender por dónde se está moviendo realmente la cultura.

La economía creativa se sostiene en tres pilares fundamentales: la generación de valor simbólico, la producción de contenido culturalmente significativo y la capacidad de activar comunidades. En este ecosistema, los aficionados crean valor a través de sus propias audiencias. Ahí está el nuevo centro: en los bordes, sí, pero con lenguaje propio. Ahí están ellos, no como público, sino como actores.

Bienvenidos a la economía creativa visual, donde el poder ya no está en las instituciones, sino en quienes interpretan, crean y transforman.

Daniela De Sousa Mendes

Pharrell Williams, el epítome de los aficionados, comenzó su carrera como productor musical, pero su estilo personal y su marcado gusto por la moda siempre lo destacaron. Esa sensibilidad estética, sumada a su influencia cultural, lo llevó a convertirse en director creativo de Louis Vuitton hombre, donde fusiona música, moda y arte en cada colección.