En este espacio quiero compartir reflexiones breves que nacen de conversaciones más amplias uno a uno con empresarios y dueños. La idea es poner el foco en ciertos puntos estratégicos que considero claves para entender —y repensar— el presente de los negocios.
Nunca tuvimos tantos datos, y nunca entendimos tan poco.
Podemos medir casi todo, pero poder medir algo no significa comprenderlo.
En mi trabajo, veo con frecuencia que los números se vuelven el punto de partida y, al mismo tiempo, el límite de la interpretación.
Los indicadores se analizan como si contuvieran el sentido, cuando en realidad sólo describen una parte del fenómeno.
Correlación no es causalidad.
Cuando las cifras cambian, el Excel no alcanza para explicar por qué.
Si una marca deja de significar, deja de importar.
¿Dónde aparece medido eso con exactitud?
Durante años repetimos que “lo que no se mide no se puede mejorar”.
No es tan así.
El significado y el valor de una marca no se pueden medir y, sin embargo, son lo que más determinan su crecimiento.
Henry Mintzberg lo amplía con la cultura: tampoco se puede medir, y aun así define el rumbo de una organización —para bien o para mal—.
Que algo no sea medible no implica que no pueda comprenderse.
Y comprender, muchas veces, es lo que realmente cambia la dirección de una marca.
La estrategia necesita intuición, contexto y sensibilidad.