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La No Normalidad como la Nueva Normalidad

Uno de los cambios más significativos a nivel social que tiene impacto directo en los negocios es de la no normalidad. Lo “normal” pasó de ser lo normado, justamente, a un abanico de posibilidades que se amplía permanentemente. Para decirlo concretamente: hoy “lo normal” es todo lo que existe. 

La incorporación del concepto de diversidad, que amplía el binarismo hombre-mujer a más de 50 tipos de género destruyendo todas las formas en que antes categorizábamos a las personas, sumado a la democratización de la belleza, donde el ideal externo a alcanzar ya no es válido y la belleza se define como lo propio y distintivo de cada persona, son los dos pilares que marcan el inicio de un cambio que va mas allá de la identidad individual y se traslada a los vínculos.

En 2004, el sociólogo Vern Bengtson dio una conferencia en la que predijo que los lazos multigeneracionales estarían en auge en el siglo XXI. Bengtson, quién pasó décadas estudiando generaciones de 300 familias de California , rechazó la idea de que el declive del modelo de familia nuclear (madre, padre e hijos) era malo para la sociedad. Bengtson teorizó que estos cambios podrían ser positivos y protectores, económica y emocionalmente. Escribió “para muchos estadounidenses, los lazos multigeneracionales se están volviendo más importantes que los lazos familiares nucleares para el bienestar y el apoyo a lo largo de sus vidas”.

Este domingo el diario The New York Times publicó una nota donde explica que cada vez más adultos jóvenes se están mudando con sus abuelos, en una tendencia conocida como hogares de “generación salteada”. Dentro de las razones están las cuestiones económicas y la cercanía a la universidad, pero también la redefinición del vínculo entre abuelos y nietos. “Ambos lados de la división de edad llegan a la mesa armados con sus propias habilidades. Los nietos pueden desmitificar los teléfonos inteligentes, Twitter y el pago de facturas en línea llegando los jóvenes a sentirse útiles en la relación. Pueden ayudar a la persona que aman”. A su vez, sus abuelos pueden compartir tradiciones y recetas familiares, dar a los nietos una visión de sus raíces y un sentido de perspectiva, ellos ya pasaron recesiones y otros problemas personales.

La nota detalla varios testimonios de jóvenes que viven con sus abuelos y que explican la resignificación del vínculo de una manera positiva, los ven desde una nueva perspectiva y descubren puntos de contacto que antes eran invisibles desde la infancia. “Me contaban historias sobre mis tías y tíos abuelos y sus experiencias al venir a Estados Unidos. Mi abuelo había sido arquitecto y me dibujó un plano de la planta de su casa familiar en Filipinas. En los años que viví con ellos en su departamento, lo conocí como un hombre que era bastante olvidadizo y se sentaba frente al televisor, pero también pude ver que se trataba de una persona que tenía una carrera completa y otra vida”.

Las relaciones familiares intergeneracionales se están volviendo cada vez más importantes en la sociedad. También son cada vez más diversas en estructura y funciones. De la familia nuclear como la norma pasamos a entender que la familia tiene diversas estructuras posibles: biparental, monoparental, ensamblada, adoptiva, de abuelos, sin hijos y por elección. Como no existe una única forma de familia, tampoco hay formas “desviadas o incorrectas”. Bengston explica que el crecimiento de las familias intergeneracionales son el resultado de:

-Los cambios demográficos del envejecimiento de la población, lo que resulta en “más años de vida compartida” entre generaciones. 

-La creciente importancia de los abuelos y otros parientes en el cumplimiento de las funciones familiares. 

-La fuerza y ​​resiliencia de la solidaridad intergeneracional a lo largo del tiempo. 

-La diversidad de “tipos” de relaciones intergeneracionales.


En lo personal, tenía conocimiento de la coparentalidad (elegir tener hijos con amigos u otra persona sin que exista un lazo sexoafectivo) como una de las últimas evoluciones del proceso de redefinición de familia. Hace un mes atrás, escuché a una persona de 31 años contar que cada vez más conocidos a su alrededor elegían a una persona para tener un hijo y a otra para criarlo. La semana pasada, Luna -23 años- me contó que fue a donar óvulos y sorprendida aclaró “hasta te dan una contribución y todo”. Le pregunté por qué hacía eso (era obvio que no por dinero) y me dijo que era para ayudar a otros. Me contó además que su mamá -55 años- no entendía su decisión y cuestionaba si el día de mañana no le preocupaba que exista un hijo “suyo” que no conociera. ¿Y vos qué le respondiste? -le pregunté- Muy segura me explicó “le dije que no es mi hijo, lo mismo que si voy a donar un riñón o sangre no es mío, ya es de la otra persona, está en su cuerpo”. Me pareció desconcertante y a la vez fascinante su análisis y me di cuenta de algo obvio: no hay una solución de continuidad entre el pensamiento de una persona de 20 años y una de 40. Debemos desaprender y reaprender todo de nuevo para no ser analfabetos en el siglo XXI, como predijo el futurólogo Alvin Toffler.


Los cambios individuales -redefinición de la identidad- que derraman en cambios colectivos -ampliación del concepto de familia y tipos de vínculos- impactan mucho más que alterando el consumo y la distribución. Son transformaciones en la organización de la sociedad que redefinen la posición subjetiva de las compañías frente a los consumidores. La sociedad cambia cuando cambiamos lo que nos avergüenza. Tener claro como empresas qué estamos haciendo y por qué es el primer paso para hacerlo mejor. 

Las modas van y vienen pero algunos cambios tienden a fluir en una sola dirección. No confundir uno con otro es el principal desafío.