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Historias & Tecnología

Las historias son fundamentales para los seres humanos desde hace 70.000 años cuando comenzó la revolución cognitiva. Los científicos no saben exactamente cómo sucedió, pero una mutación genética en el cerebro hizo que las conexiones cambien y el homo sapiens empezó a pensar distinto y esto posibilitó el hecho de contar historias, es decir, transmitir información que no existía permitiendo colaborar un gran número de personas con una visión en común y de esa forma avanzar hasta el presente. Todo lo que nos rodea son historias que creamos para ordenar el caos del mundo y poder habitarlo con reglas en común. El valor del dinero es una ficción, las leyes, el estado, las religiones también son ficciones intersubjetivas, hasta cruzar tranquilos la calle sabiendo que ningún auto nos va a atropellar porque hay una luz roja que lo impide.

En relación a las historias, hay un movimiento actual que me parece interesantísimo: cuánto más entramos en olas de aceleración tecnológica, más las personas se sienten atraídas por las historias de vida, las historias “reales” en el doble sentido de la palabra, biográficas y humanas. ¿Será una forma de autodefensa y de volver a las bases frente a la cantidad de tecnología a la que estamos expuestos?.  Este fenómeno lo venimos viendo en los medios desde hace varios años con el éxito de biopics como la de Luis Miguel, Pablo Escobar, The Crown, Maradona, Pamela Anderson, Britney Spears y otras. Esta semana se estrenó Pretty Baby, la historia Brooke Shields donde cuenta su experiencia respecto a la sexualización a la que fue sometida en el cine y la industria publicitaria desde su adolescencia y cómo eso la marcó. 

La fascinación por las biopics no termina en la vida personal sino que hay también un interés en conocer las historias reales -también en el doble sentido de la palabra- de las grandes empresas. Cómo surgieron, quiénes fueron los responsables de su ascenso o su caída, cómo era su cosmovisión, qué pensaban en ese momento y qué los llevó a tomar cada decisión. Dentro de este conjunto tenemos la serie Halston, la biopic del diseñador de alta moda que podría haber construido una marca como YSL o Dior pero la falta de enfoque estratégico le impidió trascender como sus coetáneos. The Playlist, la historia de la creación de Spotify y todo el derrotero de Daniel Ek para llevar adelante la startup que hoy domina el mundo de la música. We Crashed, la historia del creador de We Work, Adam Neumann, y como un negocio millonario puede estar manejado por un descentrado. The Dropout , la historia de Elizabeth Holmes que, con solo 19 años, fundó la empresa de biotecnología Theranos que prometía análisis de sangre con una tecnología revolucionaria (que no había terminado de desarrollar ni probar) y de esa forma engañó a grandes inversores como Carlos Slim y el creador de Oracle, Larry Ellison. En Silicon Valley los medios la apodaron como “la nueva Steve Jobs”. Hoy está presa.

Este mes se estrena en el cine la película biográfica Air, que cuenta en detalle el acuerdo comercial entre Nike y Michael Jordan, algo cambió para siempre la historia de las asociaciones entre las marcas y las estrellas del deporte. A mitad de año, se estrena la historia del ascenso y caída de Blackberry en manos de sus particulares cofundadores, Mike Lazaridis y Jim Balsillie, que se unieron para crear la empresa que se convertiría en un enorme éxito mundial en menos de diez años y que caería en forma abrupta por no poder anticipar el nuevo de escenario de los negocios.  El cambio social muestra un nuevo foco de interés centrado en las narrativas personales y en conocer  la verdad de los hechos (a contramano de tanto fake generado a través de inteligencia artificial) provocando que la industria audiovisual ofrezca este tipo de contenidos con más frecuencia. 

Ninguna tecnología va a poder quitarnos el interés en lo más humano y primitivo que nos constituye: las historias. Nos inspiran, nos conectan, nos hacen pensar y le dan sentido a nuestra existencia.  La tecnología es maravillosa pero hay mucho hype machine alrededor de nuevos desarrollos como metaverso, nft y otros.  También existe mucha pereza por parte de la mayoría de las personas en tomarse momentos de introspección lejos de la tecnología, entender quiénes son, qué les interesa y cuál es la verdad que los habita.  La ayuda que hoy nos proporciona la tecnología nos da más tiempo libre y tal vez no lo estemos aprovechando del todo si decidimos gastarlo en sitios que nos roban nuestra atención sin darnos nada útil a cambio. Tristan Harris, especialista en ética de la tecnología, dice sobre esto “YouTube tiene cien ingenieros que intentan obtener el próximo video perfecto para reproducirlo automáticamente. Y sus técnicas se volverán más y más perfectas con el tiempo y tendremos que resistirnos a lo perfecto”

La tecnología bien usada nos puede ayudar en tareas repetitivas y  en el acopio rápido de información pre analizada para que después seamos nosotros quiénes cerremos el círculo sumándole el conocimiento humano, la empatía y nuestra forma personal de entender el mundo. Ninguna persona quiere que una máquina sea su médico de confianza ante un tema que le preocupa. Tampoco es interesante ver un partido de ajedrez entre dos computadoras, pero sí entre una persona y una computadora.  Lo humano sigue siendo esencial y nunca va dejar de serlo. La tecnología no puede reemplazarnos pero puede confundirnos (que es igualmente grave). Está en nosotros ser parte de ese engaño o entender que lo más importante que tenemos es nuestro punto de vista personal y nuestro tiempo. Cuánto más hagamos interactuar entre sí ese binomio (tiempo – visión personal) menos amenazante será cualquier innovación tanto para nuestra vida como para nuestro negocio. 

Está en cada uno hacer de la tecnología un medio o dejar que ella haga un fin de nosotros (en el doble sentido de la palabra). Yuval Harari dijo “la libertad no es tener el poder de hacer lo que querés, sino la habilidad de hacer lo que debes.”  La verdadera amenaza no es la tecnología, sino el ser humano pasivo que decide aceptarla sin cuestionarse. El peor escenario no es que las computadoras comiencen a pensar como las personas sino que las personas comiencen a pensar como las computadoras.