La calidad tiene una definición muy precisa: ¿cumplió con los requisitos del cliente? Cualquier producto, servicio o experiencia que respete esta condición se considera de calidad. Si no es así, no es de calidad.
Entonces, deberíamos empezar con ¿para quién es? y comprender en 360º a quién le estamos hablando, porque es posible que el cliente no piense lo que creemos que piensa. “Quiero un outfit para salir el sábado a la noche” podría significar, “me quiero sentir el centro de la escena, empoderada y celebrada” o podría significar, “me quiero divertir” o podría significar “quiero estar cómoda” o podría significar otras veinte cosas más.
La segunda pregunta que va a continuación es ¿para qué es? Este producto, servicio o experiencia ¿Para qué te lo compra el cliente? ¿A dónde quiere que la marca lo lleve? Las empresas de moda y beauty no venden productos, venden una transformación.
Tener estos temas claros es la única forma de mejorar lo que estamos haciendo.
Pero puede complicarse más aun….¿Qué pasa si hay más de un “quién”? ¿Qué pasa si en lugar de tratar de complacer a un cliente, tenés que complacer a una persona que forma parte de distintos mercados a la vez? ¿Y si intentás rediseñarlo? ¿Qué elementos se pueden mejorar de tu producto, servicio o experiencia? ¿Y si tu empresa es pequeña y recién empieza? ¿Y si es una gran empresa con décadas de trayectoria? ¿Y si las condiciones externas cambian?
Aun así hay que empezar por el principio: ¿Para quién es y para qué sirve?
Daniela De Sousa Mendes
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